La relación que se genera con las/os adolescentes en el marco de una consulta clínica y/o psicológica no deja de sorprendernos positivamente. Así cada nueva consulta nos revela información, sentimientos y sensaciones que - a pesar de los años (y consultas) transcurridos - se renuevan permanentemente y nos invitan a elegir una y otra vez la actividad que desarrollamos.
Desde el encuentro inicial con el adolescente cuando ingresa a la consulta - mezcla de temor por lo nuevo y cierta dosis de desconfianza - hasta la sonrisa al final de la misma como señal de aprobación y alivio, quiénes trabajamos con adolescentes sentimos que desde el comienzo de la visita y a lo largo de ella desplegamos diferentes estrategias de acercamiento y hasta de puesta de límites.
Desde el encuentro inicial con el adolescente cuando ingresa a la consulta - mezcla de temor por lo nuevo y cierta dosis de desconfianza - hasta la sonrisa al final de la misma como señal de aprobación y alivio, quiénes trabajamos con adolescentes sentimos que desde el comienzo de la visita y a lo largo de ella desplegamos diferentes estrategias de acercamiento y hasta de puesta de límites.
Miradas adolescentes que asoman tímidamente en el momento de la consulta en el que los dedos de sus manos piden a gritos descansar del celular, instancias todas que a modo de oportunidades se nos presentan y no podemos dejar pasar...
El llanto en la consulta como productor de sentidos, la risa compartida con algunos de sus padres o el enojo con alguno de ellos o con ambos desfilan invariablemente en el escenario de la consulta y nos interpelan a comprender sus respectivos significados que - a modo de una genuina caja de sorpresas - constituyen una fuente inagotable de entusiasmo y dedicación en nuestra tarea cotidiana: ser médicos de adolescentes...
Irene N. Melamed,
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