A modo de un experimento mental y sin querer hacer futurología puede ser bueno interrogarnos lo que el coronavirus nos ha dejado y nos dejó.
Si bien la respuesta no será igual y estará influenciada por el lugar desde dónde nos lo preguntemos, la Bioética puede brindar orientación universal y en particular nos interpela a tomar decisiones difíciles.
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En tiempos de pandemia y de escasa disponibilidad de recursos esas decisiones se ven teñidas de cierto dramatismo adicional. Cuando los tiempos apremian y las coyunturas y contextos nos exigen protocolos de actuación y de respuestas, no es fácil poder tomar distancia - haciendo una suerte de analogía con la importancia del distanciamiento social - y dirigirnos al otro extremo del péndulo, figura metafórica de utilización habitual en Bioetica.
Por un lado en un extremo la necesidad de priorizar y extremar el uso racional de los recursos. A la vez, en el otro extremo la necesidad de que la Bioética adopte un rol anticipatorio y preventivo.
Contribuir a encontrar las respuestas y las preguntas correctas es esencial. Las preguntas sin respuesta, o la no pregunta porque se prefiere el silencio empalidecen todavía más las certezas y acrecientan la duda acerca de lo que se sabe oculto o disimulado.
Surgen, así, creencias, y se renuevan mitos que pugnan por otorgarnos alguna certeza que nos permita aferrarnos a ellas.
Es mucho lo que el coronavirus nos está dejando y son numerosas las palabras que tuvimos que aprender. PCR, drogas en experimentación, colapso del sistema de salud, expresiones todas que nos intimidan y hasta atemorizan.
Los medios de comunicación tienen un rol y una responsabilidad fundamental a la hora de comunicar. Estar a la altura de las circunstancias implica brindar información veraz y confiable.
El acto de informar, así, se vuelve una ventana, una apertura o la posibilidad de una nueva pregunta que la no pregunta clausura y evita o guarda en secreto. Es posible que la información así sea la llave para que cada uno de esos interrogantes a modo de cerrojos, puedan ser abiertos, o bien, permanezcan cerrados.
Frente a la ausencia o escasez de recursos de protección recurrir a estrategias innovadoras que permitan su fabricación. No es posible lamentablemente encontrar hoy una cura para el Covid-19 pero no debemos resignarnos a que nada sea posible.
Sin duda son numerosas las personas que en y desde diferentes ámbitos están haciendo enormes esfuerzos para paliar y aminorar esta situación.
Sin desconocer que llegado el momento será necesario priorizar los recursos como ocurre en situaciones de desastres y emergencias, es un imperativo ético implementar las acciones que puedan contribuir a postergar la necesidad de tomar decisiones éticas en situaciones de extrema dificultad.
Pensar en escenarios contrafácticos - si bien pueden junto con la evaluación retrospectiva, brindar un razonable grado de confianza - no siempre pueden anticipar respuestas satisfactorias.
Es deseable que la Bioética adopte un rol activo más cercano al acompañamiento efectivo en la toma de decisiones que al salvataje cuando las mismas ya hayan sido tomadas.